Se trata de una fiesta que recuerda el momento en que el Santísimo Sacramento de la Eucaristía quedó guardado en el Sagrario de estas casas destinadas a la formación de los futuros sacerdotes.
Es un día de acción de gracias por la Presencia continua del Señor en medio de esta comunidad que, al igual que los primeros apóstoles, se preparan junto a Jesús para luego ser enviados a los pueblos a dar testimonio del amor de Dios. Es un día para no acostumbrarnos a lo que siempre es un regalo inmenso e inmerecido; un día para unirnos todos los que formamos parte de esta gran familia del Seminario. Por este motivo, en esta celebración del día del Reservado no sólo participan los seminaristas y formadores, sino también los profesores, los familiares de los seminaristas, sacerdotes de la diócesis y muchos otros fieles. Sobre todo, para el acto de la tarde, ese número de fieles aumenta de año en año hasta dejar pequeña la gran capilla del Seminario Mayor.